Recientemente he leído el libro de Ervin Laszlo sugerentemente titulado El
cambio cuántico. Según la contraportada, el autor ha sido dos veces
nominado a premio Nobel aunque no dice a qué premio Nobel. A continuación resumo
brevemente el libro y doy mi opinión sobre él.
El libro en principio puede clasificarse dentro del campo de
la filosofía de la ciencia, aunque luego toma unos derroteros algo extraños.
Las partes en que yo lo divido no son exactamente las mismas en las que lo hace el autor.
Inicialmente el autor pretende
demostrar que el mundo está en una encrucijada como nunca lo habría estado
antes, en consonancia con las ideas del Club de Roma (del que formó parte
Laszlo). Dependiendo de las decisiones que tomemos ahora, seguiremos un camino
u otro, y si continuamos como hasta
ahora se producirán catástrofes medioambientales, económicas, humanitarias y
todo tipo que llevarán a nuestra extinción como especie. Es decir, el autor es colapsista. Algunos de los supuestos hechos de los que parte Laszlo
son verdaderos, pero otros son como poco discutibles.
La segunda parte del libro es la
más interesante, o al menos curiosa. Aquí se intenta dar una explicación global
de todo el mundo físico. Para él todo lo
que hay en el universo serían ondas, o perturbaciones del fondo que
constituye el universo, una vuelta a la teoría del “éter”. Todas estas ondas
estarían conectadas permanentemente entre sí. El autor pretende conectar la
física cuántica y la relatividad con filosofías y espiritualidades hindúes
(campo akásico). Reconozco que francamente cuando se mete en discusiones
filosóficas me he perdido. Creo que el autor se deja llevar por el entusiasmo y
la falta de objetividad. Una cosa es que en las partículas subatómicas el
carácter ondulatorio sea dominante, y otra cosa es prácticamente negar la
existencia física de cuerpos grandes con una masa bien definida.
En la última parte se proponen
soluciones para evitar el colapso de la humanidad. La idea fundamental es que
la solución es una “nueva teología”. El autor concluye que el universo (y todos
los universos que podrían existir) obligatoriamente tiene que haber sido creado
por Dios pero, según él, Dios no interviene en la creación sino para darle
inicialmente la “in-formación” adecuada para que evoluciones. Es decir, Laszlo
es deísta. No sé cómo puede proponer
una nueva teología en la que Dios no tiene nada que decirnos, lo cual no es
realmente ninguna nueva teología. Ya que Dios no intervendría en su creación, y
teniendo en cuenta que los seres complejos como nosotros tienen más libertad
que los menos complejos, los humanos estaríamos obligados a crear una nueva
moral con el fin de evitar lograr el colapso al que nos llevaría la moral
antigua. En vez del clásico “vive y deja vivir”, el principio de la nueva moral
sería “vive como también pueden vivir los demás” (para que sea más sostenible).
Así que Laszlo pretende construir una teología y una moral sin Dios, pero con
espiritualidad, que es básicamente lo mismo que propugna el budismo. Pero si el
budismo tiene mucho que ver con la filosofía oriental, para él la nueva
teología tendría que ver con la ciencia occidental. Por tanto, la justificación
de la nueva moral en realidad sería sólo materialista,
un hecho del que el autor parece no percatarse. La nueva moral llevaría a “nueva
conciencia transpersonal” (nada más y nada menos). Sin embargo, poco concreta
los valores que debería tener esa nueva moral: apenas menciona paz y
ecologismo. Finalmente, el autor se adentra en el terreno del espiritismo, la
percepción extrasensorial y el más allá. Para él todo esto, incluida la
existencia después de la muerte, tendría una base científica basada en que
seguiríamos existiendo como ondas después de morir. Todo el final del libro atufa a “New Age” y es
puro desvarío. Lo de sustentar la moral en la ciencia física (todos estaríamos
conectados por ondas y por eso debemos cooperar y ser buenos) es una estupidez,
pues la ciencia por definición es provisional y puede ser desmentida, mientras
que la moral necesita un fundamento verdaderamente teológico.
Como pasa siempre, la idea de
este libro de construir un nuevo mundo, mejor que el anterior pero sin
monoteísmo, puede parecer bienintencionada, pero termina siendo un desastre. Si
Laszlo es miembro de club de Roma, asesor de la UNESCO y exponente del pensamiento
de la ONU, apañados estamos. Como conclusión, el libro es un bonito ejemplo
de la forma en que NO hay que mezclar ciencia y religión.

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