La
civilización occidental que nació y se desarrolló en Europa produjo los mayores
avances científicos que ha logrado la humanidad en toda su historia, los cuales permitieron mejorar enormemente las
condiciones de vida de muchas personas y aumentar la población mundial. La
ciencia occidental es el mayor logro de la inteligencia humana, pero éste no se
logró en un breve espacio de tiempo ni llegó por casualidad, sino que fue fruto
de haber hecho durante mucho tiempo y con gran esfuerzo aquello que era
necesario hacer. Dos aspectos fueron principalmente las claves para que Europa destacara
entre otras regiones del mundo:
(1)
La
capacidad de abstracción filosófica. Los filósofos griegos
hace unos 23 siglos enseñaron al mundo cómo la mente humana puede aislar
conceptualmente una propiedad o función concreta de un objeto. Por la
observación de diversos objetos podemos concluir sus características y abstraer
de ellas la “idea” de lo que son. Sin siglos de filosofía previa, difícilmente
se habría producido la revolución científica en Europa. En otras regiones y
épocas fueron otros tipos de pensamientos los que predominaron: pensamiento
mágico, animismo, naturalismo, etc.
(2)
El
cristianismo. Durante muchos siglos Europa ha sido
cristiana, y el pensamiento cristianismo ha permeado más profundamente y
durante más tiempo en la forma de pensar y vivir de la mayoría de los europeos que cualquier ideología. Por ejemplo, es
imposible no ver la influencia del cristianismo y los valores cristianos en la
declaración de los derechos humanos.
Las
relaciones sinérgicas establecidas durante casi dos milenios entre el
pensamiento filosófico riguroso y el cristianismo hicieron a los europeos ser
lo que llegaron a ser. Galileo, Newton, S.
Tomás de Aquino, S. Agustín, Mendel, Planck, Lemaitre… todos ellos se nutren a
través de las mismas raíces, aunque las raíces no sean siempre visibles y las
ramas puedan crecer torcidas. Las ideas más brillantes de la humanidad
surgieron, por abrumadora mayoría, precisamente en personas con amplísima
formación cristiana y en sistemas educativos que frecuentemente referían a los
clásico griegos y romanos.
Examinemos
brevemente cuál es ahora la situación de los dos puntos citados:
(1)
El abandono del estudio de los clásicos
griegos y latinos, así como de la filosofía, ha ido progresando hasta quedar en
la mínima expresión en los colegios e institutos actuales. Los actuales planes
de estudio de las universidades europeas están basados en proporcionar a los
estudiantes competencias profesionales y habilidades tecnológicas. Los
proyectos de investigación que obtienen subvenciones son aquellos que persiguen
obtener beneficios materiales para la sociedad. El mundo de las ideas
fundamentales, el de las cuestiones que el ser humano se plantea eternamente y
el de la búsqueda de la verdad, tiene un papel marginal en el occidente del
siglo XXI. En la búsqueda de conseguir un sistema educativo que responda a las
demandas de “los mercados”, se ha olvidado que hay que formar a personas que
piensen por sí mismas durante todo su vida, más que a trabajadores que sean
rentables durante la jornada laboral.
(2)
Las “creencias religiosas” son situadas
al nivel de “las culturas” y relegadas al ámbito personal. El cristianismo se
acepta, al igual que otras religiones, en cuanto que pertenezca al ámbito
privado, de donde se espera que no salga para no molestar ni “ofender” a los no
creyentes. Por supuesto, no se estableció ningún reconocimiento al cristianismo
como motor de Europa en el Tratado de la CE. Si la socialdemocracia, el socialismo
del siglo XXI y otros movimientos de inspiración marxistas han moderado bastante sus
postulados respecto a la lucha de clases que antaño defendió el comunismo/socialismo,
no es así respecto a su anticristianismo y al objetivo de apartar a
Jesucristo de los planes de estudios. Aunque fuera el cristianismo el que
enseñó los mejores valores que favorecieron el desarrollo humano de los
europeos, sacándolos poco a poco de la crueldad, la animalidad y la brutalidad,
ahora se pretende tener valores humanos sin cristianismo.
Pues
bien, en esta época actual de decadencia en que vivimos en Europa ambos pilares
de la civilización occidental están siendo dinamitados; es decir, estamos
tomando un nuevo camino distinto al que se ha seguido durante muchos siglos.
Los occidentales en masa han decidido suicidarse mediante ahogamiento en las
aguas del ateísmo, unas aguas saladas en las que están disueltas las sales que
constituyen la esencia del pensamiento anodino. La extirpación del cristianismo
implica jibarizar la capacidad de filosofar, lo cual imposibilitará la
proliferación de científicos realmente brillantes. De hecho, el avance
científico ya se ha ralentizado en todo el mundo. Si Asia está sustituyendo a
Occidente en muchos aspectos, como el económico y el tecnológico, el relevo
científico no se está produciendo. Fue
el Papa Juan Pablo II el que dijo que Europa sería cristiana o no sería. Hoy en
día está bastante claro que no será.
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