Recientemente he leído
el libro “Dios existe”, de Antony Flew. Este británico nació en
1923 en el seno de una familia cristiana protestante, y su padre era profesor
de teología. Flew fue profesor de filosofía en diversas universidades y durante
unos cincuenta años fue uno de los pensadores más destacados en la defensa del
ateísmo. Sin embargo, en 2004 anunció su conversión en teísta. En 2007 publicó
la primea edición de dicho libro, y falleció en 2010.
Al proclamar públicamente su cambio del bando ateísta al teísta, recibió duras críticas de sus antiguos correligionarios, por ejemplo por parte de Richard Dawkins. El libro es, al menos en parte, una brillante y demoledora reacción contra dichas críticas. Su conversión fue una noticia bastante relevante en los medios de comunicación anglosajones, a diferencia de los intencionadamente manipuladores medios de desinformación españoles que habitualmente se placen en hacerse eco de planteamientos ateos, mientras que omiten a los creyentes salvo para desprestigiarlos.
Al proclamar públicamente su cambio del bando ateísta al teísta, recibió duras críticas de sus antiguos correligionarios, por ejemplo por parte de Richard Dawkins. El libro es, al menos en parte, una brillante y demoledora reacción contra dichas críticas. Su conversión fue una noticia bastante relevante en los medios de comunicación anglosajones, a diferencia de los intencionadamente manipuladores medios de desinformación españoles que habitualmente se placen en hacerse eco de planteamientos ateos, mientras que omiten a los creyentes salvo para desprestigiarlos.
El hecho de ser capaz
de cambiar su argumentación nos indica que estamos ante una persona honesta y
razonable. El autor incluso fue capaz de reconocer lo mal redactado que estaba el
primer libro que publicó en su vida. Flew argumenta que él siempre ha seguido
el mismo tipo de razonamientos lógicos durante toda su vida, y que estos
razonamientos, partiendo de una postura atea, llevan irremediablemente a creer
en Dios; tanto la ciencia moderna como la filosofía de la Grecia clásica llevan
al teísmo si sigue un razonamiento honesto libre de “dogmas ateos”. Para Flew,
los argumentos de los científicos ateos no son verdaderamente científicos. Las
leyes de la naturaleza, la existencia de la vida y la mente humana, todo ello
en su conjunto, reconoce el autor, lleva a pensar que existe un Ser Creador,
inteligente y único, una Mente divina. Por tanto, Flew sigue lo que se denomina
“teología natural”.
Creo que Flew se dio
cuenta de que la ciencia moderna lleva mediante razonamientos hacia Dios mucho más
fácilmente que lo hacía la ciencia de los siglos anteriores. Pero cada uno
tiene su forma de llegar hasta la creencia en Dios. Las personas con fuerte
preparación intelectual, como Flew,
necesitan razonar, estudiar y argumentar, de forma que tratan que su
esfuerzo intelectual le lleve a Dios; pero esto no tiene por qué ser así
siempre, hay muchas otras formas de hacerse creyente. Además de ascender dificultosamente
desde lo humano y material hacia lo divino, también se puede ser más modesto y
simplemente abrirse para dejar que sea Dios el que personalmente descienda
hacia ti. Algunos creen desde niños, y otros necesitan medio siglo de arduos
estudios. Dios hizo las cosas tan bien que no hace falta ser un erudito para
ser creyente. Probablemente por esta razón los textos sagrados estén repletos
de parábolas. El problema de usar la razón y la teología natural es que éstas
te pueden llevar fácilmente a creer en Dios como Menta Divina, pero no te
llevan por sí solas mucho más allá. Para no quedarse ahí, y dar el siguiente paso y creer en un Dios
personal que tiene un proyecto para cada uno de nosotros, pienso que hay que
hacerlo de otra forma, lo cual no es objeto de esta entrada en el blog.
Probablemente a Flew le faltaron años de vida para avanzar en esta dirección:
la de la creencia en un Dios personal,
revelado y que puede interactuar con cada ser humano dando sentido a
todo lo demás.
En conclusión, un libro
muy recomendable, entre otras cosas por lo extraño que es poder encontrar un
libro de estas características en las librerías españolas, en las cuales sí que
abundan los libros ateístas. El prólogo de la edición española, por F.J. Soler
Gil, también me ha gustado mucho.
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