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PREDICCIÓN DEL COLAPSO


Isaac Asimov dentro de su saga de libros de ciencia ficción Fundación planteó el siguiente argumento. En el futuro, cuando existe una civilización galáctica, unos pocos especialistas mediante complicados cálculos matemáticos son capaces de predecir el futuro de ciertos acontecimientos históricos y la evolución de las sociedades. Este tipo de predicciones formarían parte de una disciplina que se denomina psicohistoria. Así, en la obra de Asimov se predice el inevitable colapso de la civilización galáctica y el comienzo de una etapa oscura donde incluso se pierde una parte considerable de las capacidades tecnológicas. En consecuencia, algunas élites deciden prepararse para paliar, en la medida de lo posible, el hundimiento. Por ejemplo, deciden acumular la mayor cantidad posible de conocimientos y de personas sabias en un único planeta, con el fin de que esto sirva en el futuro para ayudar a remontar lo más rápidamente posible desde la situación de colapso.

                En el mundo real, y sin necesidad de hacer formalmente cálculos matemáticos, siempre ha habido mentes preclaras que han avisado de los peligros con que nos podíamos enfrentar si seguíamos por el sendero que habíamos tomado. Algunos de los libros clásicos de ciencia ficción, como los de Orwell y Huxley, también van por este camino. El filósofo alemán Spengler en 1918 publicó el primer volumen de su obra La decadencia de Occidente, donde plantea que Europa, incluso antes de la primera guerra mundial, ya había comenzado su declive.

                Si nos fijamos en la actualidad, es un hecho incontestable que la región de Europa-Atlántico ha perdido influencia, peso específica y pujanza, mientras que Asia-Pacífico crece en múltiples parámetros. Así que podemos concluir que las predicciones sobre el declive de Occidente fueron relativamente acertadas. Hay que matizar que declive y decadencia no significan desaparición. Como en el libro de Asimov,  en el mundo real serían muchos los factores que influirían en el devenir de los acontecimientos históricos, por lo que es muy difícil cambiar el intencionadamente el rumbo. Por otra parte, al menos desde mi punto de vista, el caso de Europa es distinto a todos los demás que se podrían haber dado anteriormente en la historia universal, ya que Europa ha sido el lugar de donde han surgido los mayores avances en el conocimiento de la humanidad que jamás se hayan producido. En cierto modo, aunque podría parecer eurocentrismo, la decadencia de Europa es la decadencia de toda la humanidad. Es decir, no sólo hay una decadencia de Europa y Occidente relativa al conjunto del mundo, sino una decadencia global de todo el mundo en su conjunto. Si nos paramos a reflexionar sobre la situación del mundo en el siglo XXI, es difícil encontrar alguna faceta de cualquier actividad humana (ciencias, artes…) en la que no estemos ya en situación de estancamiento o de retroceso.

                En los libros de Asimov, una vez diagnosticado el problema, se pretende hacer lo posible para que sea lo menos dañino posible. La cuestión que quiero plantear aquí es la siguiente: ¿actualmente están haciendo algo las élites y organismos mundiales para paliar la decadencia de Occidente? Mi respuesta a esta pregunta es que están haciendo justamente lo contrario: acelerar la decadencia. Vivimos en un mundo global, interconectado e interdependiente, donde no son pocos los organismos supranacionales, las instituciones internacionales y las empresas multinacionales, que acumulan un gran poder. Como nos advirtieron algunos escritores visionarios, un único individuo no tiene actualmente capacidad de hacer frente a las enormes fuerzas que mueven los hilos del mundo.  El mundo social, político y económico que sostienen y mantienen los grandes poderes mundiales es prácticamente invencible, y es también la causa de muchos de los males que sufrimos. A nivel nacional e internacional, las instituciones han adoptado una agenda neomalthusiana para el nuevo orden mundial que pretenden implantar. Han considerado que el problema principal es la superpoblación, y que la solución es moderar su crecimiento o reducirlo, y todo se está promoviendo con este fin.

                Entonces, si la superpoblación es el problema y la solución es controlarla, ¿dónde está el problema? Mi opinión es que el problema no es la superpoblación y, por tanto, las políticas neomalthusianas que se están implantando el mundo no son la solución de nada, sino que  en realidad son una causa directa de la decadencia. Los que dirigen el mundo, para conseguir sus fines neomalthusianos atacan a la familia y a la religión, y así lo que en realidad van a lograr es destruir al ser humano. Nos están imponiendo modelos sociales y económicos, que muchos creen que son la solución, pero que sólo van a hundirnos más en la miseria hacia la que vamos.

                El problema con que nos enfrentamos es que el sistema político-económico por el que se rige el mundo está equivocado y, en vez de cambiarlo, la terapia que se pretende aplicar es controlar a la población y a las naciones para que no se produzca el caos. Es decir, no se pretende cambiar al sistema en función de las personas, sino que se ha decidido que todos individualmente nos adaptemos al sistema (business as usual). El mundo está construido en base al incremento continuado del consumo. La economía se basa en el crecimiento continuo de la producción y las ventas, por lo que se promueva que todos consumamos compulsivamente. Un verdadero disparate. La situación es una especie de esquizofrenia mundial: hay que crecer y consumir para que el sistema no colapse, pero el aumento de la población supone aumento del consumo, así que hay que controlar a las sociedades. La ecuación que han planteado así sólo tiene una solución: la catástrofe mundial.

Entonces, ¿hay alguna solución? Mi opinión es que sí la podría haber. Aunque algunos creen que la situación que se plantea en el mundo es única en la historia de la humanidad, y en parte tienen razón, la causa real del problema no es nueva en absoluto. Toda la historia de la humanidad se vertebra alrededor del mismo punto: la lucha entre el bien y el mal. Por supuesto, al que no sea creyente la afirmación anterior le puede parecer propia de un fanático o de un perturbado. Y es que las cosas son así: por muchas matemáticas, biología, economía o derecho que hayas estudiado, seguirás sin entender nada del mundo salvo que tengas en cuenta a Dios. El sistema económico y social en la actualidad está construido para que los individuos caigan alienados en todos los pecados que este mundo material permite, y para que se alejen de las virtudes que propugnan las principales religiones. El sistema económico y social promueve el pecado, y las soluciones que quieren darnos son siempre más pecados aún. Santos, verdaderos sabios y místicos tienen algo en común: alejarse de las tentaciones del mundo material, negar el propio ego y someterse a Dios. La particularidad del mundo actual es que esta lucha entre el bien y el mal ya está bastante avanzada. El disfraz actual del mal se llama “nuevo orden mundial”.
En conclusión, los grandes poderes que mueven el mundo pretenden que nos adaptemos a una sociedad impuesta por ellos, y donde  obligatoriamente vivamos justo de la forma contraria a la que defiende el evangelio, y esta es la raíz verdadera de todas las causas que nos lleva a la decadencia por lo que estamos avanzando rápidamente

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